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Un pacto de caballeros

Mi historia proviene de 1974 más o menos. Con unos amigos vivíamos en Avellaneda y frecuentábamos el lugar. Un domingo éramos dos nada más y veníamos de bailar en Tarot (el antiguo boliche de Flores). Bajamos del bondi y enfilamos para la Pizzería. Comimos rico como siempre, pero cuando fuimos a pagar, nos dimos cuenta de que la guita no alcanzaba (¡teníamos 20 años!).

Lo único que se nos ocurrió fue dejar un anillo mío. El anillo había sido de mi viejo, tenía dos corazones y sus iniciales (LM); y yo le había pedido que me lo regalara...

Al otro día, lunes, salí del trabajo y con mucho miedo fui a buscarlo. Pagué y el cajero abrió la caja y me lo entregó. “¡Ufff!, zafé” –me dije–, jaja… ¡y me fui feliz!

Sigo yendo seguido a comer la rica pizza de Los Campeones, pero esto jamás lo olvide. ¡Un gran saludo y gracias por continuar con la misma calidad!

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